
Unidos en Cristo (United in Christ)
Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó
y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales,
para mostrar en los tiempos venideros
la incomparable riqueza de su gracia,
que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. Efesios 2:6-7 NVI
¿Qué significa estar unido a Cristo?
Estamos unidos con Cristo por su amor y misericordia. Debido al sacrificio de Jesús, el pecado ya no tiene poder para mantenernos cautivos; en cambio, podemos ser vencidos por el poder de Dios.
Ayer vimos la condición de nuestros corazones antes de que Jesús viniera y nos rescatara. Jesús vino a nosotros cuando estábamos muertos en nuestros pecados y transgresiones. Así como Jesús resucitó de entre los muertos, nuestros corazones muertos han resucitado de la tumba de nuestros pecados. Somos bautizados una vez que aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador. Nuestro bautismo es una hermosa imagen de lo que sucede durante la conversión cuando somos sepultados a la semejanza de Su muerte y resucitados para caminar en la novedad de la vida.
Hemos sido crucificados con Cristo, y nuestro pecado ha sido puesto a muerte. (Romanos 6:5-11 y Gálatas 2:20) Pablo nos dice en estos pasajes que hemos sido vivificados en Cristo y resucitados con Él. Así como fuimos crucificados con Cristo, también somos presentados con Él y sentados con Él en los lugares Celestiales.
Vaya, ¿qué significa esto? ¿Cómo podemos resucitar con Él si todavía estamos en la Tierra? Pablo está tratando de decirnos que como hijos de Dios, somos inseparables de Jesús. Por lo tanto, aunque estemos aquí en la Tierra, estamos unidos a Aquel que ya está reinando en los cielos. Entonces, aunque enfrentamos muchas pruebas y tribulaciones, estamos seguros de que estamos en Él, y Él está en nosotros, y nada puede separarnos de Su amor.
Pablo nos asegura en Romanos 8:25-39: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación o las penalidades o la persecucióno el hambre o la desnudez o el peligro o la espada?
Como está escrito: Por causa de ti, enfrentamos la muerte todo el día; somos tenidos por ovejas de matadero.
No, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni ningún poder, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa en toda la creación, podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús nuestro Señor.
Amigos, nada nos podrá separar del amor de Dios. La sangre de Jesús nos sella. Es una transacción única. Pero estar unidos a Jesús cambia la forma en que vivimos. ¿Por qué? Estamos llamados a vivir una vida digna de Su llamado porque, aunque nuestra carne estaba muerta, a través de Jesús, somos vivificados. Ya no debemos ceder a los deseos de nuestra carne y, en cambio, debemos vivir una vida digna de su llamado. Por lo tanto, estamos llamados a buscar primero el Reino de Dios y crucificar nuestra carne diariamente.
¿Es fácil? ¡Absolutamente no! Sin embargo, el Espíritu Santo nos enseñará y nos guiará para vivir una vida que es digna del llamado de Dios cuando ponemos a Jesús primero y permitimos que Él nos guíe.
Amados, Jesús pagó la pena por nosotros. El pecado nos puso en prisión y cerró la puerta detrás de nosotros. Pero entonces Jesús vino a pagar la multa por nosotros. Amigos, alguien necesitaba morir por nuestros pecados, pasados, presentes y futuros. Entonces, Jesús vino y se ofreció a sí mismo como un sacrificio vivo. Él nos liberó pagando la pena por nuestros pecados.
¿Qué haremos entonces? ¿Aceptamos la fianza y quedamos libres pero entonces, incluso después de salir de la cárcel permanecemos encarcelados y en servidumbre por el resto de nuestra vida?
Sé que no me quedé en esa prisión. Acepté el sacrificio perfecto de Jesús y salí corriendo. Ser liberado y perdonado, sin embargo no me da permiso para seguir viviendo como lo hice. Tuve que hacer cambios en mi vida.
Ojalá pudiera decir que el cambio sucede de la noche a la mañana. ¡Pero no! Aunque mi corazón aceptó el sacrificio de Jesús, debo rendirme diariamente al Espíritu Santo y permitirle que me cambie y me moldee a la imagen de Jesús.
Mi pastor Joaquín siempre decía:
Nuestros corazones se transforman cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón, pero la transformación de la mente requiere tiempo. Necesitamos permitir que el Espíritu Santo nos muestre quiénes somos en Cristo, quién es Él y cuánto nos ama.
Entonces, dime, querido amigo, ¿cómo cambia tu forma de vivir el darte cuenta de que hemos sido unidos con Cristo? Cuando las personas se encuentran contigo e interactúan contigo, ¿a quién ven? ¿Están viendo el antiguo tú o están viendo a Jesús viviendo a través de ti?
Padre, gracias por recordarme que Tú elegiste salvarme sin importar cuán desordenada esté mi vida. Soy una nueva creación, y he sido salvada por gracia. No por nada que yo haya hecho, sino por lo que Jesús ha hecho por mí. Gracias por Tu amor, gracia y misericordia inagotables. Señor, continúa transformándome para que otros puedan verte viviendo tu vida a través de mí, Señor Jesús. En tu nombre doy toda alabanza, amén!
Referencia Lucado, Max (2013). Dios usará esto para bien. Nashville, Tennessee por Thomas Nelson, Inc.
Traductor: Jesus Manuel Perez

